En abril de 2008, las integrantes de la recién llamada Presidencia General de las Mujeres Jóvenes —Elaine S. Dalton, Mary N. Cook y Ann M. Dibb— fueron a lo alto del monte Ensign Peak, en el extremo norte de Salt Lake City, y contemplaron el valle.
Desde ese punto estratégico, la figura del ángel Moroni destellaba en el Templo de Salt Lake y, en ese momento, supieron lo que el Señor tenía en mente para las jovencitas de la Iglesia.
Las tres mujeres sostuvieron en alto un bastón en el cual ondeaba un chal peruano dorado: su bandera y estandarte a las naciones, un llamado de regreso a la virtud.
“No podemos hablar del nuevo valor de la virtud sin decir que la razón por la que existe este valor es el templo”, dijo la hermana Dalton. “Y el templo es la razón de todo lo que hacemos en las Mujeres Jóvenes, ya que ayudará a las jovencitas a venir a Cristo”.
La virtud se agregó oficialmente a los valores de las Mujeres Jóvenes en noviembre de 2008. En el libro del Progreso Personal se define como “un modelo de pensamientos y de conducta basado en elevadas normas morales, e incluye la castidad y la pureza”
Este valor se diferencia del resto debido a que se requiere el cumplimiento de todas las experiencias y el proyecto con el valor, mientras que los otros valores permiten a las jovencitas elegir entre varias opciones. Además, por primera vez, se ha invitado a las madres a completar el programa del Progreso Personal junto con sus hijas y obtener así su propia medalla.
La hermana Dalton dijo que considera que el valor de la virtud fue reservado para esta época: una época en la que el mundo hace muchas cosas, menos fomentar la virtud.
“Nos llama la atención que, en este mundo, tantas jovencitas pueden perder de vista su identidad como hijas de Dios”, dijo la hermana Cook. “Sencillamente se lo estamos recordando, del mismo modo que les recordamos el hecho de que, si han cometido un error, pueden arrepentirse”.
Muchas de aquellas que desean ser virtuosas nuevamente se preguntan por dónde pueden comenzar. La Presidencia de las Mujeres Jóvenes comparte la siguiente fórmula con ellas: Oren de día y de noche. Lean el Libro de Mormón cinco minutos o más todos los días. Y sonrían.
“Piensen cómo sería el mundo dentro de cinco años si todas las mujeres de la Iglesia y del mundo hicieran esto”, dijo la hermana Dalton. “Realmente creemos que las jovencitas virtuosas que tienen la guía del Espíritu pueden cambiar el mundo”.